Durante los últimos dos meses, específicamente desde que descubrimos el Napster, hemos llegado a la conclusión que los días del copyright están contados. La razón de ser del copyright es (o era) estimular la creación de nuevo material (texto, música, software). El detalle estriba en que el copyright, junto con las leyes y organismos que se crearon para reforzarlo, fueron hechos en una época en que era difícil realizar copias.
En la actualidad, como sabemos, realizar copias de software, música, libros o cds es cosa de niños, así que aunque las leyes lo prohiban explícitamente, la realidad y las costumbres de buena parte de la sociedad «conectada» van en otro sentido.
¿Tiene algún caso resistirse? Lo más probable es que no. Lo que ahora es inmensamente rentable para empresas que viven del copyright dejará de serlo en muy poco tiempo, por lo que seguramente surgirán nuevos modelos de negocio.
Pero el problema no es para las grandes editoras. Ellas siempre encontrarán la forma de sacar ventaja de las circunstancias. El problema es para empresas medianas y profesionistas independientes. Por ejemplo, un día Beto podría encontrar a Leo Bonilla o a algún otro de sus muñequitos en una página de crackers australianos.
¿Qué hacer al respecto? No queda otra sino subirse al Tren.