Hace no mucho bromeaba en El Podcast sin Nombre que hace no más de 60 años los jóvenes no tenían oportunidad de sentirse relegados, tristes, incomprendidos o segregados por la sencilla razón de que la vida era muy dura para todo el mundo y con frecuencia los enviaban a combatir en guerras. En el mejor de los casos, tenían que ganarse la vida en condiciones muy difíciles.
Hoy leo algo en el excelente Balancing Act de Alan Weiss acerca de algo similar, acerca de la seguridad que tenemos ahora, y con la que no se contaba antes que sin embargo permitió lograr grandes cosas. Traduzco libremente:
“Recuerdo haber visto fotos de los hermanos Wright demostrando su nueva máquina voladora dando vueltas alrededor de la Estatua de la Libertad. No consideraban falla o derrota, puesto que no existían los paracaídas ni sistemas redundantes.
Cuando estás en medio del Atlántico y ves un horizonte interminable, tiendes a asombrarte por la gente valiente que se arriesgó al explorar. La mayoría de los marinos del siglo 17 y 18 no sabía nadar, y no porque ello importara, porque los rescates de un naufragio, combate o accidente eran extremadamente raros. Es casi inconcebible tratar de imaginar lo que los primeros vikingos y comerciantes chinos podrían haber sentido sin ningún tipo de ayuda de navegación, excepto los cielos, su instinto y la suerte.
¿Acerca de qué tienes dudas? ¿De cambiar de trabajo? ¿De mudarte? ¿De terminar una relación? ¿Aprender una nueva habilidad? ¿Intentar un nuevo deporte o hobby? ¿Hacer una inversión? ¿Cambiar un régimen?
La mayoría de lo “desconocido” es en realidad bastante bien conocido. Alguien más ha estado ahí antes. La luz está encendida, el camino es claro, la red de seguridad está puesta”.